Dos personas se conocen, se gustan, se casan y viven felices para siempre. Un buen final para cualquier historia romántica, de esas con las que todas las mujeres soñamos. Nos presentan el matrimonio como el camino mágico a la felicidad en la vida. Estas historias, películas de Hollywood y series de televisión nos hacen esperar (aunque no lo reconozcamos) que se vuelvan verdad todos esos mitos como “el amor a primera vista” y “las almas gemelas”. El amor se construye día a día, con acciones, no con palabras, está lleno de peldaños que se suben paso a paso y en el irlos subiendo encontramos su magia.
No dejemos que las historietas y películas se interpongan en nuestra vida diaria. Dejemos de tirar nuestra zapatilla, de pedir deseos cada vez que vemos el reloj en 11:11, de esperar ansiosamente por estrellas fugaces, de esperar encontrar ese trébol de cuatro hojas para que nuestra vida cambie. No seamos pesimistas crónicos ni optimistas ingenuos. Dejemos atrás ese miedo a crear nuestra propia historia romántica, a crear nuestro propio final perfecto.
Karla Fernández